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¡Qué desastre de función! el goce de observar lo que no se ve en escena

Alegría Martínez

 

 

¡Qué desastre de función!  le cumple al espectador curioso el secreto deseo de ver lo que sucede entre actrices y actores, antes de un estreno, detrás de la escenografía durante una función y el momento en que el estrés y la convivencia humana han hecho estragos tanto en el ánimo de artistas y técnicos, como en el montaje de la obra que representan.

 

El éxito que esta comedia del laureado dramaturgo Michael Frayn, (Londres 1933), -también autor de Copenhague, un texto en torno a humanidad y ciencia- ha cosechado durante décadas, cuenta en su estreno mexicano, con un equipo artístico a toda prueba, que detona carcajadas y reflexión ante el complejo y hechizante poder del teatro y sus creadores, presos del temor y la adrenalina que genera este arte vivo.   

 

Un elenco poco profesional, que a unas horas de su estreno no está listo aún para abrir el telón y confunde con socarronería un ensayo general con uno técnico, acerca al público a esa parte propia de algunos exponentes de la escena, que viven más interesados en su ego, que en representar con profesionalismo una obra, en este caso ordinaria, titulada Al desnudo y en otras versiones, ¿Me enseñas una sardina?

 

Cristian Magaloni, quien por primera vez acepta el desafío de dirigir una obra de esta naturaleza, que incluye entradas y salidas, puertas que se abren y cierran, equivocaciones, corretizas,  tropiezos, vicios de conducta y relaciones ocultas, dirige ¡Qué desastre de función!


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La obra,  Pel davant i pel darrera, o Por delante y por detrás, ¡Qué ruina de función!, No hagan ruido, y El silencio se enreda, como se ha titulado en otros países, fue originalmente bautizada por su autor, el escritor, periodista y dramaturgo inglés Michael Frayn, como Noises Off.

 

Estrenada en Londres, en 1982, esta exitosa obra que ha sido presentada en más de 50 países y se ha traducido a más de 28 idiomas, además de la adaptación versión cinematográfica, dirigida por  Peter Bogdanovich, con Michael Cane y Carol Burnett y Christopher Reeve, cuenta actualmente en su versión mexicana, con traducción de Alfredo Michel Modenessi, que otorga a los personajes un lenguaje cotidiano y familiar, coherente con las situaciones extremas que plantea el texto, mediante frases y palabras, que corresponden al humor en nuestro idioma y elige acertadamente las referencias a instancias conocidas en nuestro país.     

 

Michael Frayn, interesado en ciencia, política y filosofía, que ha sido colaborador en diarios como The Observer, Guardian y el Manchester, es también autor de la novela La trampa maestra y de obras como Democracia y Copenhague, cuyo texto aborda el encuentro que tuvo lugar en 1941, entre el científico danés Niels Bohr y su colega alemán Werner Heisenberg, incluida la esposa del primero, inmersos un riguroso debate sobre la construcción de la bomba atómica. El montaje, estrenado en 2001, en el Foro Shakespeare, bajo la dirección de Mario Espinosa, con la actuación de Claudio Obregón, Julieta Egurrola y Luis Miguel Lombana, constituyó una experiencia profunda y memorable sobre el peligro de este descubrimiento y la responsabilidad de los involucrados.

 

Lo que podría ser la contraparte de un texto en torno al uso y aplicación de la física cuántica, es precisamente, ¡Qué desastre de función!, en tanto ésta es una comedia, que se transforma en farsa y hace reír al público, que festeja a carcajadas los equívocos del elenco que representa la obra Al desnudo, y los descalabros de estos actores, que sin la armadura protectora de sus personajes, dejan ver, al hacer precisamente el papel de actores, sus obsesiones y tropiezos.  

 

 ¡Qué desastre de función! es también una crítica al propio dramaturgo, al poco profesionalismo y la incompetencia de los elencos, al modo irrespetuoso y autoritario, envuelto en sarcasmo y palabras dulces con que algunos directores de escena se dirigen a su elenco.

 

Por otro lado, la obra exhibe a actrices incapaces de memorizar su texto, de recordar el orden en que deben introducir o sacar objetos de la escena, o el recorrido que su personaje debe hacer durante la función. De igual modo, critica a ese tipo de actores habituados a profundizar obstinadamente en el significado de acciones banales, cuando se trata de labores simples para agilizar entradas y salidas de elementos de utilería y para dar paso a situaciones venideras.

 

La persecución por parte de la corona británica, a los evasores de impuestos y al círculo compuesto por defraudadores e inspectores de palacio, incluido el vistoso espectáculo conformado por los integrantes de la familia real, además de vicios y concupiscencia generalizada a cargo de los actores y actrices que integran la compañía en su calidad de ciudadanos comunes, incluido su director de escena en la ficción, es parte de lo que el autor señala, mediante cómicas escenas.

 

Todo esto, entre apetitos sexuales en pausa, viejas adicciones y ambiciones en curso, tiene también lugar en una casa del siglo XVI, a 35 kilómetros de Londres, donde puertas, escaleras, pasillos y ventanales, constituyen los pasadizos de la persecución que exige la comedia y posteriormente el obstáculo a salvar, cuando esta casona da un giro total sobre el escenario para mostrar lo que ocurre detrás de la escenografía, que deja expuesto al elenco, incluido director, asistente y Stage Manager, en sus correspondientes pugnas y enredos, generadores de un caldo de cultivo humano, del que nadie se salva.

 

Un elenco de actores profesionales y de valiosa trayectoria, que en algunos casos actúan por primera vez en una obra de esta naturaleza, trabaja arduamente

de la mano del director Magaloni, para hacer de este montaje -que exige acrobacias físicas y mentales, como las que necesita un deportista de deportes extremos- una experiencia gozosa, que a través de una eficacia de relojería, descubre también,  temores, inseguridades y vicios de algunos integrantes de la comunidad artística, y echa por tierra con humor y nitidez, la vana la ilusión de que todo en el teatro debe salir a la perfección, cuando es precisamente su humanidad la que nos hechiza.     

 

Créditos:

Anahí Allue, Pedro de Tavira, Mario Alberto Monroy, Pamela Almanza, Roberto Duarte, Mariana Gajá, Ximena Romo, Marco Antonio García y Fer Córdoba, conforman el brillante elenco  de ¡Qué desastre de función!, que cuenta con escenografía de Emilio Zurita e Ingrid SA y las aportaciones de Mariana González Guadarrama como  diseñadora asociada de escenografía; Adriana Pérez Soliz e Ingrid SAC en el diseño de vestuario;  Miguel Jiménez en música original y diseño de  sonoro; Arturo Márquez en el montaje de audio; Cynthia Muñoz en el diseño de maquillaje y peinados y Sheila Flores e Ivonne Márquez en el diseño de producción ejecutiva.

 

Aquí el dato:

 

¡Qué desastre de función! se presenta los viernes a las 20:00 horas, sábados a las  17:00 y 20:30 horas y domingos a las 17:30 horas, hasta el 28 de diciembre.

Teatro Jorge Negrete, ubicado en Ignacio Manuel Altamirano, 126, colonia San Rafael.

 
 
 

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