
Óscar Narváez en _Moctezuma II, (Foto de archivo del actor)
Reconocido su genio para trasladar fielmente al teatro personajes cotidianos de la segunda mitad siglo XX y por dotar de humanidad a protagonistas de nuestra historia, la labor poco conocida de Sergio Magaña como maestro generoso, gestor cultural y amigo, germinó en la vida de los actores Sergio Lagunas, alumno y después actor de su obra El pequeño caso de Jorge Lívido y Óscar Narváez, actor en Moctezuma II y Santísima, que nos comparten su testimonio.
La vasta obra del dramaturgo michoacano Sergio Magaña fue admirada, celebrada, analizada, respetada e intervenida -según el caso- por directoras, directores, actrices, actores, crítica y público. Autor de más de 29 obras de teatro, cuento, novela, ensayo, música y canciones, del que se conmemora el centenario de su natalicio, (1924-1991), -alumno de Rodolfo Usigli y compañero de generación de Emilio Carballido y Luisa Josefina Hernández- tiempo después de su éxito en el Palacio de Bellas Artes, publicó en periódicos y revistas de circulación nacional, su reclamo destinado a nuevos directores que no respetaron la totalidad de sus textos al dirigirlos para la escena.
La mitología griega y el gusto por la lectura, bases de vida: Sergio Lagunas
Oriundo de Miahuatlán, Oaxaca, Sergio Lagunas conoció a Sergio Magaña, cuando el dramaturgo llegó a dirigir la sección de Teatro en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, en 1971.
“Daba clase de Historia del teatro. Era un gran conversador con mucho sentido del humor y hacía que te apasionaras por los textos griegos”, recuerda quien años después, fue estudiante del Centro Universitario de Teatro, (CUT), de la UNAM, en la Ciudad de México, donde fue alumno, y posteriormente actor, de Julio Castillo, Héctor Mendoza, Ludwik Margules, Luis de Tavira y José Caballero.
“Magaña me dejó el gusto por la lectura y por la mitología griega, que fueron la base para mi carrera y para toda mi vida. Siempre sacaba algún libro, como rl de poemas de Sor Juana y nos leía. Ésa era su actitud como maestro”.
Lagunas recuerda que una vez nombrado Director de la Escuela de Bellas Artes de Oaxaca, Magaña creó un conjunto de jazz con músicos foráneos que vivían en la entidad. Fundó una orquesta de cámara y un conjunto de cuerdas. “Como director de escena, él sabía lo que quería. No te pedía hacer improvisaciones. Te explicaba, era claro y directo”, afirma Lagunes, quien participó como actor en la primera obra dramática escrita por Magaña con trama policiaca: El pequeño caso de Jorge Lívido (1958), obra estrenada en julio de 1978, bajo la dirección de Rafael López Miarnau, siete años después del estreno triunfal de Los signos del zodiaco, en el escenario de el Palacio de Bellas Artes, bajo la dirección de Salvador Novo.
Su visión crítica
“Magaña era quisquilloso, no fue una persona que aceptara fácilmente las cosas. Tenía una visión crítica, aunque estuviera contento con la puesta en escena de sus obras. Por ejemplo, decía que Ricardo Blume ya estaba grande para el personaje de Jorge Lívido, pero al final de cuentas estaba contento de que le hubieran montado su obra”.
El reparto de El pequeño caso de Jorge Lívido, estuvo conformado por buenos y conocidos actores y actrices, recuerda Lagunes. “Además de Blume en el papel principal, actuaban María Teresa Rivas, que era la señora de la casa de huéspedes, Fernando Balzaretti en el rol de Gonzaga, Carlos Cámara, que hacía el papel del señor Ruiz y Leticia Perdigón que interpretaba a Polita. Llegamos a las 100 representaciones con el Teatro de la Nación”. Cabe mencionar, instancia en la que Margarita López Portillo tenía el cargo de Coordinadora en Jefe.
La llamada de gobernación
“Me acuerdo que le llamaron de gobernación para que adaptara la novela de José López Portillo, Quetzalcóatl, para la televisión, pero como el presidente era priísta y a su novela no había mucho de dónde sacarle, Magaña decidió no hacer ese trabajo”.
Un bohemio culto
“Magaña escribió una obra que tituló El que vino a hacer la guerra y le puso como subtítulo Western navideño. Era casi una pastorela rock y la dirigió de forma muy sencilla”.
Lagunas habla de Magaña como un hombre creativo. “Tocaba la guitarra, cantaba y llegó a pintar cuadros, que no estaban nada mal. Nunca se puso en escena su obra Ana la americana”.
El actor que en 1976 formó parte del elenco de la obra Santa, de Federico Gamboa, -adaptación de Julio Castillo, Luis de Tavira y Héctor Mendoza, que se presentó en el Festival BITEF de la antigua Yugoslavia- comparte: “Anotaba pensamientos y reflexiones en un cuaderno grueso, Scribe. No sé qué paso con todos sus papeles, o qué haría con todo eso su familia. Creo que heredera principal era Marta, su hermana pero me parece que falleció”.
Progresista, exigente y generoso, son las virtudes de Magaña que destaca quien fuera miembro fundador del grupo de Teatro Vámonos Recio. “Fue un bohemio culto. Hacía reuniones en su casa de Oaxaca y de México a las que asistían muchos artistas y gente sencilla. Eran noches de guitarra, plática y bohemia que seguían más allá del amanecer”.
“Tenía su grabadora y cintas con un chorro de canciones populares diferentes. En aquel entonces estaba de moda el ron Castillo, que él compraba. Nos leía, tocaba la guitarra y cantaba sus canciones, unas magníficas sobre la Ciudad de México, la calle de San Juan de Letrán y Santa María la Ribera, o sobre un taxista. Me acuerdo que le compuso un corrido a Villa sobre la batalla de Columbus en la que decía que a las gringas no se les entendía porque lloraban en inglés”.
Generoso y sin apego al dinero
Cuenta Lagunas que una señora humilde, de nombre Paula, le llevaba la leche al autor una vez por semana. “Como él tenía una plaza del ISSTE por su trabajo de maestro de tiempo completo en las distintas escuelas de Bellas Artes, se casó con ella pensando que al fallecer, ella podría recibir su pensión. Eso demuestra su actitud generosa. Sergio no tenía apego por el dinero, ni por andar guardando”.
“Le gustaba vivir, echarse sus tragos, ir a bares”, comenta Lagunes. “Me acuerdo que nos decía: ‘¡Vivan!’. Los domingos iba a la Lagunilla a comprar libros, chácharas y sus lentes para la presbicia. Le encantaba comer en los mercados de la colonia Guerrero, la Santa Veracruz, el de San Juan, y también en buenos restaurantes”.
Hombre feliz que rescató un libro
“Una vez me llamó en la madrugada. Me dijo que el edificio de la Santa Veracruz se estaba quemando y fui en mi carro. Cerca estaba el famoso edificio Peyton Place. La gente estaba en la calle con lo más importante que había logrado sacar de su casa. Había una persona con un gato, otra con su cotorro, cada una con lo que más quería, pero Sergio traía un libro. Era un edificio con un poco de lujo, no como en el que vivía cuando empezó, que era como la vecindad que imaginó para su obra Los signos del zodiaco. Él era feliz , conocía súper bien el Centro ,los bares, las cantinas, el nombre de las calles y te platicaba historias de los edificios”.
Los signos del zodiaco se colocará más allá de nuestros días: Magaña
El crítico Armando de Maria y Campos, en su artículo publicado en Novedades en 1951, publicó la plática que sostuvo con Magaña previo a un ensayo de su obra Los signos del zodiaco en el Palacio de Bellas Artes, de la que se reproduce un fragmento.
“Vino el éxito de Rosalba, de Emilio, y conocí a quien debía decidir la suerte de mi carrera, a uno de los hombres más inteligentes y de más calidad que tiene México, el maestro Salvador Novo. Desde el primer momento tuvo y demostró confianza en mí. El éxito de Rosalba me estimuló, y empecé a escribir Los signos. Cuatro meses de trabajo duro, de día y de noche. El resultado deberán juzgarlo los demás. La obra está llena de ambición y pienso que deberá revolucionar todo el teatro mexicano. Lleva el mensaje que yo quise y las palabras que yo siento. Es realista, pero no verista; es mexicana, pero no local, y si como creo logré mis intenciones, no será una obra temporal, sino que se colocará más allá de nuestros días. Aspira también, por pretensión muy comprensible a mis años, a colocarse entre las obras representativas del teatro universal. No hablaré de ella. Es ella la que debe hablar por mí".
Cita tomada de: Maria y Campos, Armandoe. “La angustia y la máscara. Los extraordinarios orígenes y la corta vida pintoresca de Sergio Magaña. Autor de Los signos del Zodiaco II”. Novedades, 1951. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <crítica teatral 2021.org>
Es mejor salir y conocer
Magaña, que fuera maestro y más tarde, durante años, amigo de Sergio Lagunas, lo impulsó en su momento para que el entonces joven se fuera becado a Francia por el director Jean Lavaudant, al Teatro Nacional Popular, (TNP), y le dio una carta.
“‘¡Vete! ¿Qué estás haciendo aquí?’ -me decía- .’ Sal. Allá vas a aprender. Es mejor salir y conocer’. Y me fui, como Pedro Rojo, su personaje de Los signos del zodiaco, que logró salir del pequeño infierno de la vecindad”.
Un Magaña emocionado presenció su estreno de Moctezuma II en los 80´: Óscar Narváez
Por su parte, el actor Óscar Narváez que inició su carrera profesional en 1974 y ha participado en más de 100 puestas en escena creadas por los más importantes directores de México y el extranjero, comparte su experiencia como actor en la obra Moctezuma II, de Sergio Magaña, estrenada en la década de los 80, bajo la dirección de José Solé ( 1929-2017).
“Por aquellos tiempos la relación de los dramaturgos y los directores eran de alguna manera complicada. La visión del proceso creativo no era necesariamente, compartida”, recuerda el actor que ha sido parte de la Compañía Nacional de Teatro, en distintas etapas, desde su fundación, hasta la actualidad, en que es parte del elenco estable y actor de número de esta agrupación artística.
“Sin embargo debo decir que en el estreno de Moctezuma II, en el Teatro del Bosque,(hoy Teatro Julio Castillo), dirigida por José Solé, Sergio Magaña estaba verdaderamente emocionado”.
“La dirección de la obra tenía una visión estética inspirada en una tragedia isabelina, a partir de un texto contundente, que dimensionaba los conflictos del personaje protagónico, interpretado por Salvador Sánchez, a la esfera universal de la controversia humana”.
“Los personajes fueron diseñados de manera impecable y profunda, sin caer en folclorismos inútiles y superficiales”, afirma el actor con una importante trayectoria en radio, cine, televisión y doblaje.
“Sergio, por supuesto, correspondió con la generosidad del autor que sabe que su labor creativa concierne al hecho escénico. Fue una temporada sumamente exitosa. El Teatro del Bosque consumía la totalidad de su aforo en cada función”.
Estudiantes del desaparecido Programa Teatro Escolar del INBA, vieron la obra de Magaña
“Capítulo aparte, debo decir que, a la par de la temporada realizada, por las mañanas, presentamos la obra dentro del programa de Teatro escolar”, apunta el actor sobre la época en que el Instituto Nacional de Bellas Artes cumplía con una labor fundamental, al ofrecer a estudiantes de primaria y secundaria, funciones de obras escritas por dramaturgos importantes con actores profesionales.
Comments