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Duerme, cicatriz: Una mirada cruda a la maternidad y a la resiliencia

Una simple gota de sangre en la ropa interior, aparentemente insignificante, se convierte en el presagio y el arranque de un profundo viaje introspectivo para Lina, la protagonista de 38 años de Duerme, cicatriz, de Nora de la Cruz. Lo que comienza como una preocupación personal la lleva de urgencia a una clínica del IMSS, donde descubre que enfrenta una situación médica que amenaza su vida. En la tensa espera de la operación, Lina se sumerge en los orígenes de la relación con su cuerpo y su personalidad, los vínculos de amistad con otras mujeres, su sexualidad y las experiencias que la han definido. A través de su protagonista, la autora explora diversos ángulos de lo que significa ser mujer en las últimas décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI en México.


Nora de la Cruz explora la manera en que el cuerpo se convierte en un archivo de experiencias. Desde la primera gota de sangre en la adolescencia de Lina, la cual marca no solo el fin de la niñez, sino el inicio de una conciencia aguda de cómo su cuerpo y su persona son leídos y juzgados por los demás. Es el momento en que las etiquetas sociales como "niña buena" o "loca", "fea" o "bonita", comienzan a definirla. La tiranía de la delgadez como sinónimo de belleza y estatus se impone, generando en Lina una constante autocrítica y la sensación palpable de no ser suficiente. La sexualidad, en esta etapa, se percibe como una urgencia, pero una que rara vez está ligada al placer femenino, sino más bien subordinada a la satisfacción y las necesidades masculinas.


Con el paso de los años, Lina establece diversas relaciones esporádicas hasta que, en la búsqueda de validación externa, conoce a Tito, un periodista varios años mayor que ella. Deslumbrada por su conocimiento y carisma superficial, Lina idealiza al otro y queda atrapada durante años en un ciclo de inestabilidad, en una relación intermitente, siempre anhelando una certeza que no llegará. Esta dinámica refuerza su sentimiento de insuficiencia, creando un eco doloroso que la acompaña. El cuerpo femenino es un eje central en la narrativa de Duerme, cicatriz. Nora de la Cruz lo presenta como un "escenario y archivo" donde se esculpen el deseo, la culpa, el miedo y la posibilidad de renacimiento. Desde la primera menstruación hasta experiencias de violencia, el cuerpo de Lina recuerda y carga con su historia. La novela sugiere que, a veces, para seguir adelante, es necesario "dormir la herida".


Un punto crucial de la novela es la honesta exploración de un embarazo no necesariamente elegido. Lina nunca expresa un deseo genuino de ser madre, un giro que desarma ciertos mitos sobre el tema y confronta la presión social sobre la feminidad ligada intrínsecamente a la maternidad. La novela se sumerge en las complejidades de un cuerpo que avanza hacia un destino biológico no deseado conscientemente, añadiendo una capa de profundidad a la crisis de Lina. Frente a su vulnerabilidad, la novela brilla al destacar la resiliencia y el apoyo inquebrantable de las relaciones entre mujeres. Su hermana Elisa, aunque opuesta a ella, es un pilar de cuidado y atención incondicional. Su mejor amiga Lidia es la confidente, la escucha empática que le ofrece consuelo y perspectiva. La figura de su madre también contribuye a esta red de apoyo, un contrapunto esencial a las experiencias masculinas que la han marcado. La influencia de su padre, quien le inculcó el amor por la música, se insinúa como un posible factor en su atracción por la figura de Tito, un hombre que, de alguna manera, replicaba esa fascinación.


Lina es un reflejo de la mujer común en México: soltera, sola en su proceso de embarazo, con un trabajo que es más un puente hacia sueños estancados que una realización profesional. Su experiencia en el sistema de seguridad social y las complejidades de su vida cotidiana la conectan directamente con la realidad de la mayoría de las mujeres, ofreciendo una narrativa con la que es fácil empatizar precisamente por su falta de idealización. Además de su profundidad temática, la novela de Nora de la Cruz sorprende con un humor sutil e inteligente. Lejos de la pretensión, este toque de ingenio aligera la carga de los temas densos, demostrando que incluso en las situaciones más difíciles, hay espacio para la ironía y la perspectiva. Este equilibrio entre la crítica social, la introspección personal y el humor convierte a Duerme, cicatriz en una propuesta fresca y necesaria dentro de la literatura mexicana actual.


Nora de la Cruz (Estado de México, 1983) es narradora, traductora, crítica y profesora. Doctora en Teoría Literaria, es conocida por su estilo incisivo, humor y empatía. Duerme, cicatriz, publicada en abril de 2025, es su segunda novela (tras ¡Te amaba y me chingaste! de 2018), y con ella consolida su voz propia al atreverse a romper con el ideario de maternidad privilegiada que ha permeado gran parte de la narrativa mexicana contemporánea. Su obra se aleja de la representación de mujeres de clase media alta con situaciones idealizadas.

 
 
 

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