Dos adolescentes mexicanas traen a escena memorias del genocidio en Proyecto olivo
- Alegría Martínez

- 5 sept
- 5 Min. de lectura
El domingo 31 de agosto, a pocas horas de que la Global Sumud Flotilla conformada por 37 pequeñas embarcaciones, zarpara del puerto de Barcelona con 400 personas rumbo a las costas de Gaza, para romper el bloqueo del Estado de Israel, en la Ciudad de México, Nina y Aisha, de 13 años de edad, otorgaron voz, rostro, mirada y corazón al Proyecto olivo.
Este montaje documental, comparte el testimonio de Omar, un palestino desplazado que después de años e interminables recorridos, vive en México; escenas que traen al presente la lucha de las mujeres palestinas y dejan atrás el odio para dar paso al llamado de los árboles de olivo que no dejarán de crecer, a la par de quienes siembran sus semillas, hasta conseguir la libertad.
El trabajo y las aportaciones de ambas adolescentes, en conjunto con un valioso equipo de artistas, nutre Proyecto Olivo, que cuenta con la dramaturgia de Micaela Gramajo Szuchmacher, también directora de esta puesta en escena, que estremece y pondera la vida, a manos de dos jóvenes de familias migrantes nacidas en México, que dejan atrás la indiferencia para nombrar y visibilizar la invasión a Palestina desde la esperanza.

Un breve jardín de plantas prohibidas en Palestina
Una bella y breve instalación con diseño y textos de Amanda Schmelz, Micaela Gramajo y Bernardo Gambo, con bordados de Schmelz, titulada “Un jardín”, recibe al visitante antes de entrar al foro El dinosaurio del Museo del Chopo, donde una mesa rectangular con vitrina, resguarda una especie de huerto en miniatura y un lienzo blanco muestra en bordadas letras negras: “La tierra es la casa común de la vida. Su soberanía pertenece a todos los seres vivos”.
“Cada motivo de tatreez, (bordado tradicional), en esta pieza, documenta una planta que Israel ha prohibido en Palestina. A través del bordado, muchas mujeres palestinas mantienen una relación profunda con las historias y recuerdos de su tierra, con sus comunidades y sus paisajes, preservando su identidad en cada puntada”.
“La mayoría de las plantas bordadas en este jardín son patrones de la artista textil palestina en el exilio, Shereen Quttaineh. Ella ha liberado sus diseños para todas las manos bordadoras del mundo, como una forma de resistencia en contra de esta prohibición que pretende destruir el vínculo entre la gente palestina, su tierra y su soberanía alimentaria”.
La instalación preserva vida, memoria, atrae la mirada a esa fragilidad que nos conforma y permanece mediante pequeñas muestras de plantas silvestres, como el Akkoub, que tiene un sabor entre espárrago y alcachofa, y crece en Levante; el Za’atar, aromática y deliciosa mezcla de especias. Cáscaras de naranjo; huellas de olivo que tarda 20 años en crecer y otros más en dar fruto, con una vida útil que puede alcanzar 2000 años, - como se lee en letra bordada-; árbol que ha sido quemado desde 1967 y arrancado hasta sumar 800 mil.
La imagen de un campesino en la cosecha, un recipiente en miniatura con aceite de olivo, fragmentos de mosaico, fotos y cartas-testimonio, entre otros objetos, además de una sandía, como parte de los bordados tradicionales, completan este hermoso jardín que nació con el Proyecto olivo, del que se espera su crecimiento.

Llamado a la resistencia y la paz, testimonio vivo en escena
Sobre el escenario, el público adulto toma asiento en sillas dispuestas en medio círculo. Una fila de cojines al piso espera a espectadores menores de edad, que podrán ver a corta distancia lo que Aisha y Nina necesitan comunicar.
Tres delgadas plataformas cuadradas, lienzos de tela blanca, postes, dos sillas y pinzas de ropa hechas de madera, pueblan el escenario. Lámparas de escritorio colocadas en el piso, una rama al fondo y un piano en el lateral, entre otros elementos, serán utilizados en distintas acciones, como las telas que serán pantallas, emisoras de imágenes en movimiento.
Siluetas de seres humanos desplazados, con maletas y animales, a pie o en silla de ruedas, que representan niños, jóvenes, adultos, ancianos, en su eterno caminar sobre un extenso paraje, aluden en silencio al despojo. Ambas jóvenes manipulan títeres de sombra detrás de la pantalla, entre delgadas maderas.
La historia parte del principio: una semilla de olivo. La proyección de letreros en español y en árabe, títulos de escenas, imágenes y videos muestran historias de sobrevivencia de algunos familiares de Omar. Una mujer abraza un olivo quemado por un soldado. Las frases en torno al sinsentido de la guerra, como aquella que evidencia el exterminio global que dejará la invasión de tierras, se agigantan en las voces jóvenes.
La voz del palestino Omar que recuerda su casa, el olor de su taza de café invadido por el aroma de la pólvora desde la Nakba. La convicción de que en su país se nace envejecido, pesa en el aire. Es testimonio de la madre de Omar, en voz de su hijo, una habitante de Beit Natiff, pueblo que dejó de existir en el mapa, donde vivían 2,150 personas, que salieron en el 1948 y perdieron el derecho de volver a Palestina, resuena en la respiración de los espectadores.
Niña y Aisha transitan por el escenario, una de ellas muestra los objetos cotidianos, que Omar carga en su morral, testigos de un viaje interminable, del largo camino, de Europa a Latinoamérica que debió recorrer hasta estar a salvo.

Mujeres y niñas en resistencia
La creación del Primer Congreso de Mujeres árabes en 1929; la mención de la periodista Shireen Abu Akleh de Al Jazeera, asesinada en Palestina, a quien admira la joven Summayah Wushah, que a los 13 años soñaba con ser periodista; el ímpetu de Lama Abu Jamous de 11 años, que quiere dar a conocer al mundo la voz de las niñas palestinas; la mirada de Renad Attallah, que a sus 13 años cocinó para refugiados en el campo de Deir el Balah, hasta que, sin comida, eligió la fotografía como una nueva actividad, que seguramente practica ahora en los Países Bajos. Hechos compartidos en video, grabaciones, sonidos que son huella de mujeres y niñas en resistencia.
Escuchar, ver, percibir la honestidad de Aisha y Nina, su manera de dirigirse al público, la convicción de no abrirle espacio a la voz del soldado, su necesidad de contar la historia de Omar, de traer al presente el resto de los objetos que formaron parte de su vida y la de otras personas, el culto a los árboles de olivo, transforman público y espacio.
Micaela Gramajo, miembro del SNCA, (Sistema Nacional de Creadores de Arte), teje la trama como la creadora de un gran reportaje, una expresión artística asida a la realidad, conduce a Nina y Aisha hacia un equilibrio escénico en el que son libres y espontáneas, dentro de la disciplina que exige el guion, redimensionado en escena.
Proyecto Olivo es un teatro vivo, un documento, un llamado a la resistencia a dos voces, que conmueve por su pureza.
Nina y Aisha tocan el piano y el violonchelo, acuden a las palabras de la poeta Suheir Hammad: “Tu tambor de guerra no sonará más ato que mi aliento”, a la certeza de que “tener un olivo significa cuidar la vida” y de que estos árboles crecerán y Palestina será libre. La incidencia en la realidad desde un escenario ante la espiral de la barbarie, es un acto colectivo irrenunciable.
Aquí el dato:
Funciones: Sábado 6 y domingo 7 de septiembre 2025, 13:00 horas.General: $150; estudiantes, maestros e INAPAM: $75
Foro El dinosaurio del Museo del Chopo, Dr. Enrique González Martínez 10 , Col. Santa María La Ribera.
Créditos Proyecto OlivoUna obra de Aisha, Nina y عمر (Omar)
Dramaturgia y dirección: Micaela Gramajo*
Con textos de: Aisha Badía Ramírez, Nina Soqui Arroio, Omar, Daniela Arroio, Micaela Gramajo, Suheir Hammad, Tawfiq Abu Shomer y Catalina Alzate.
Elenco: Aisha Badia Ramírez, Nina Soqui ArroioTestimonios en video y audio de Omar Abdulraheem y su tío Maher Diseño espacial e iluminación: Bernardo GamboaMultimedia: Miriam RomeroAsistente de dirección y productora ejecutiva: Ana María BenítezAyudas musicales: Jacobo LiebermanDramaturgista: Bruno ZamudioMural textil Mujeres Testigo, bordado olivo para imagen: Amanda SchmelzTaller de juego y perfomance: Sergio SolísJardín: Amanda Schmelz, Micaela Gramajo y Bernardo Gamboa.
*Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA).



Comentarios