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La vida de personajes sin nombre en busca de suelo firme, en Emigrantes

Foto del escritor: Alegría MartínezAlegría Martínez

Al estrenarse en 1975 la obra Los emigrados, del escritor polaco Slawomir  Mrozek, con dirección de Andres Wajda, las cifras no habían llegado aún, como en 2020, según datos de la ONU, a los 281 millones de migrantes internacionales, número equivalente al 3,60 por ciento de la población mundial.

 

La obra en la que dos hombres huyen de su país de origen en busca de distintos objetivos, exhibe las profundas diferencias entre estos personajes hundidos en su particular circunstancia. La vigencia del texto muestra de manera clara, incisiva, sarcástica y contundente, las contradicciones al interior de comunidades integradas por dos personas del mismo país en tierras lejanas. No obstante y más allá de las naturales diferencias, la situación en la que se encuentran los migrantes hoy, se ha vuelto mucho más compleja en lo general.

 

Estrenada en París en el Teatro Stary en Cracovia, la obra de Mrozek fue protagonizada en México, en 1978, por Claudio Obregón (1935-2010) y Salvador Sánchez, con dirección de Manuel Montoro, entre otras propuestas escénicas.

 

Emigrantes, como la titula el Grupo Teatral Emergente, de Caracas, tiene lugar en el oscuro sótano de un edificio, donde los inquilinos de los pisos superiores se encuentran en una fiesta a la espera del Año Nuevo.

 

Los habitantes clandestinos, nombrados por su autor como AA y XX, el primero, un intelectual que intenta escribir un libro sobre la esclavitud contemporánea y el segundo, un obrero enfocado en reunir dinero para construir su casa y hacer una gran fiesta al volver a su pueblo, escuchan la música y las voces de quienes festejan libremente un nuevo ciclo.

 


El hombre racional y analítico, que busca dejar testimonio de los mecanismos sociales inhumanos, y el obrero que busca satisfacer sus necesidades, instalado en la fantasía de obtener sustento para su familia y bienes materiales, conviven entre solidaridad y desencuentros. Ambos unidos por la añoranza y la necesidad en el pequeño espacio que los guarece.

 

 A diferencia de una temporada de Emigrantes, que este grupo realizó en México, en 2019, en el Teatro La Capilla, donde unas cobijas en el suelo delimitaban su espacio, actualmente, en el escenario del Foro Shakespeare, cada uno cuenta con una sencilla cama de madera al interior del mismo lugar oscuro y frío, donde una tubería con grifo provee a los personajes -a ratos- de un poco de agua, ante una estantería con objetos en desuso, una caja que dice: “Pavo” - como se titula una obra de Mozrek-, dos maletas, una estufa improvisada con cubeta metálica y una cafetera, entre otros objetos desvencijados.



 

La cama pareciera ahora su balsa salvadora: para el escritor, el contenedor, la parcela protectora de revista, libros, pluma y cuaderno. Para el trabajador, su nido, la superficie donde se escabulle bajo su cobertor, con la cabeza sobre una almohada a punto de explotar, que asemeja la bolsa de un buen botín.

 

Con un traje sastre más manchado que el de la temporada en La Capilla, uno, y la camisa menos desgastada que sus calcetines agujerados, el otro, los dos desposeídos riñen por el agua, el azúcar, el café y la lata de comida, que los separa y los une a ratos.

 

Estos migrantes de distinta clase social, unidos bajo el techo que los oculta, exhiben las diferencias que los oponen, como si la circunstancia los convirtiera en contrincantes de un mismo bando.

 

La educación, la ideología, la postura política o la carencia de ésta, los objetivos de cada uno, levantan barreras de comunicación, contradicciones que explotan en breves situaciones cómicas que subrayan la profundidad del conflicto social, político y humano en el que se encuentran. Humor que en algo libera la tensión del espectador al observar la desesperada situación de los personajes.



 

El director y actor, Jesús Delgado, en el papel del intelectual y activista político y el actor Sebastián Torres en el rol el trabajador, ambos también bajo la dirección de Dimas González, conducen a sus personajes a la liberación de esas verdades que, agazapadas en la supervivencia de calma momentánea, recrudecen su existencia.

 

La discriminación, la sensación de ser ése nadie que necesita esconderse para sobrevivir mientras mira la existencia en libertad de los otros, raciona la paz obtenida que los personajes respiran lejos de sus seres queridos, a la defensiva de un vida en constante amenaza.

 

Los actores, después de haber dado una buena cantidad de funciones en distintos territorios, han asimilado a sus personajes al grado de que cierta calma los sustenta y se desenvuelven confiados en la estructura de un buen texto en el que las palabras emergen orgánicamente como pequeñas y ligeras pelotas de tenis de mesa, que cubren en su vaivén una angustia en ascenso.

 

La obra deja testimonio de ese desasosiego, cubierto por una tranquilidad intermitente que se escapa cuando en la situación de AA y XX, sus anhelos se encuentra cada vez más lejos, como los de quien se aferra a los signos en su cuaderno, o aquél que defiende a su peluche azul, concentrador de su posesión entera.

 

Dejar todo atrás para liberarse del peligro, el miedo y la carencia; alejarse del país al que pertenecen para entender quién es cada uno fuera de su tierra; enterarse de que una vez lejos nadie los necesita; comprender que la esclavitud tiene distintos rostros, es parte de la nueva realidad a la que se enfrentan estos personajes sin nombre en busca de sí y un buen porvenir.

 

La carencia gigantesca se exacerba en la lejanía, aunque haya un respiro lejos de la tierra natal, sea el país donde los migrantes hagan un alto, huérfanos para siempre, acompañados de su necesidad eterna en medio de una libertad a medias que parece alejarse cada día.

 

Emigrantes, del periodista, dibujante, escritor de cuentos y dramaturgo polaco, Mrozek, es una poderosa obra que hace un acercamiento franco, emotivo y con  humor a  la  problemática del migrante que ha encontrado una tranquilidad relativa al salvar su vida. Relativa pausa que le permite voltear a ver sus lejanos sueños, hacer un recuento, medir la distancia que hay entre lo que espera lograr y la posibilidad de una realidad que no le da tregua.   

 

Este acercamiento dramatúrgico cabal y profundo -hoy desbordado por las inmensas variables de factores involucrados en este problema mundial que estalla por segundos- sustenta el trabajo del Grupo Teatral Emergente, cuyos integrantes viven el exilio en México.

 

Si bien el objetivo del grupo, enfocado a lograr la empatía del espectador hacia el migrante, se cumple con su puesta en escena, ésta podría crecer, no solo a través de una mayor tensión en los personajes en momentos medulares, como en la  atormentada decisión de XX, rumbo al final, también en instantes que luego de tantas funciones, podrían emitir con mayor intensidad ese andar en arenas movedizas, donde mujeres y hombres migrantes, intentan pisar en firme.

     

 

Aquí el dato:Emigrantesse presenta todos los domingos de enero a las 18:00 horas en el Foro Shakespeare. Ubicado en Zamora, número 7, Colonia Condesa, Alcaldía Cuauhtémoc.

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