Debían dar apenas unos cuantos pasos para visitarse. Era una calle empedrada, eso sí, lo que quizá disminuía la regularidad de las visitas. Para ella por los tacones, para él por el esfuerzo extra que le suponía el caminar en un terreno irregular, tanto como su temperamento y sus cariños. De la casa de él ya solo queda el predio con un letrero que lo ofrece en venta con el incentivo de ser un “terreno con valor histórico”. La de ella se mantiene en pie como un enmudecido testimonio sobre quien la habitara durante cuatro décadas.
Salvador Novo y Dolores del Río, vecinos y amigos, son ahora recordados en otra casa que está lejos de las de ellos en la geografía de la Ciudad de México pero muy cercana en cuanto a ser testimonio y prueba de resiliencia, además de haber sido el hogar de otra gran figura del siglo XX mexicano: Antonieta Rivas Mercado.
En la Casa Rivas Mercado, salvada de la destrucción y activa ahora como espacio expositivo y centro cultural, es que se da el reencuentro entre Novo y Del Río, el cronista de la capital del país y la princesa de México, como fue llamada en más de una ocasión y por más de un motivo puesto que estuvo conectada tanto con la realeza europea como con la de Hollywood. Y fue justamente ahí, en Tinseltown, que se encontraron por primera vez.
La exposición temporal se titula “De Imagen y Palabra. Dolores del Río y Salvador Novo. 120 años de sus natalicios 1904-2024” y en ella se incluye una fotografía que da cuenta de esos primeros compromisos sociales que compartieron. De acuerdo con la ficha, además de Salvador y Dolores, se encuentran ahí, captados para la posteridad, Rosa Rolanda, Adolfo Best Maugard y Orson Welles, el entonces joven prodigio de Hollywood.

Pese al reconocido gusto por el lujo, la buena ropa y el arreglo personal —algo que sería evidente hasta en sus últimos años—, las cartas que Novo escribió desde California, fechadas algunas en 1940, parecen revelar que el oropel de la ciudad no lo deslumbró del todo. En el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) Fundación Carlos Slim, es posible leer la irregular impresión respecto de su entorno y su fluctuante entusiasmo por su estadía entre directores, guionistas, actores, actrices y starlets, grupo, este último, del que se puede decir formaba parte puesto que su intención había sido tomar Hollywood por asalto con su ingenio. Quizá fue justamente por las dificultades para concretar proyectos que tenía pocas buenas referencias para dar sobre Hollywood en su correspondencia. La escritura de cartas se convirtió en una actividad constante y plagada de desahogos y chismes, actividad en la que apareció Dolores también en un tono ambivalente… pero ya llegaremos a ello.
Al día siguiente de su cumpleaños, el 31 de julio de 1940, Novo escribió una carta a Salvador Borrego en la que comentaban los aconteceres de la política mexicana a cuenta de la sucesión presidencial. Pero el tema se agota y el remitente dice: “Y ahora un poco de confesiones: estoy aprendiendo a no dormir. Literalmente, no duermo un solo minuto”, presume el futuro cronista pero al mismo tiempo se lamenta no estar “estableciendo un campeonato productivo con esto”, pues ni dormía ni escribía. Se queja, además, de los defectos en el funcionamiento de su máquina de escribir a la que el día anterior debió cambiarle la cinta….
“Y me ensucié mucho. Pero en cambio, hoy estoy vestidito, y muy elegantemente, de acuerdo con los estándards de Hollywood. Digo que estoy vestidito porque aquí ando encuerado cuando permanezco, y apenas a medio vestir cuando salgo. Pero hoy estrené un saco grueso de un verde a rayas furioso, unos pantalones de gabardina verde oscuro despachurrantes, y unos calcetines inconcebibles. Y tengo por estrenar otros pantalones café llamarada que van muy bien con el saco que traigo ahora, pero que van mejor con un saco color mierda pachón y tan largo como el otro, que cubre todo el culo”.
La carta, en su sección de confesiones, continúa con una enumeración, con precios incluidos, de otras prendas que ha comprado, incluidas sandalias, calcetines y calzones “elásticos, que son prácticamente una faja con suspensorio […] que refrenan mucho, y dicen que llegan a suprimir, la barriga. En cinco días he perdido tres kilos, no solo por los calzones, supongo, sino por los insomnios y porque además casi no como […] Tengo que ver a [Arcady] Boytler a las siete, a ver si a esa hora ya tengo algo de hambre y lo induzco a cenar. Pero no crea que me quejo; al contrario, me encanta esta oportunidad de adelgazar con facilidad […] y si mi tratamiento para la calvicie […] me da resultado, volveré irreconocible”.
Con su vuelta a México, poco después, volvió a las comidas grasosas de su casa, de las que se queja en la misma carta, con lo que el peso perdido volvió a ganarse. El tratamiento para la calvicie también se tornaría en fracaso, uno salvado con la serie de peluquines que usó durante su larga madurez.
La exposición en la Casa Rivas Mercado realiza un recorrido concurrente por la biografía de Novo y Dolores quienes, de no haberse acercado al cine, quizá no se habrían encontrado, por lo que la estancia —fugaz para uno y triunfal para otra— en Hollywood fue determinante. De la actriz se presentan numerosos retratos además de dos piezas de vestuario: un atuendo rojo con lunares blancos que usó en sus primeras incursiones en el baile y uno lila que llevó en su última participación en teatro, en El abanico de Lady Windermere. También se expone el Ariel ganado por su actuación en la cinta El niño y la niebla y una faceta poco conocida, Dolores no solo interesada en el arte sino ejecutora de este. Se sabe que habría tomado clases de pintura con Rosa Rolanda y de esto quedó como testimonio un pequeño lienzo titulado Habitación con silla.


En todo ese recorrido estuvo Novo como presencia constante. Pero no se habrían conocido de no ser porque el futuro cronista venció una declarada aversión a las fiestas. En una carta a Mauricio Fix, fechada el 25 de julio de 1940, escribió: “El sábado anduve parriba y pabajo con la mugre, y amanecí en brazos tatuados. Luego, he tenido una serie de compromisos sociales de esos aburridos con las pedantes estrellas en sus casas cinematográficas, que era lo que desde un principio quise evitar, pero que ya no pude evitar por más tiempo, pues ya empieza a saber la gente que estoy aquí, y si en México puedo sustraerme a fiestecitas, como te consta, acá parecería demasiado descortés”.


Ese evitar parecer descortés lo llevó al encuentro con la actriz. En una carta a Farid Kawage, fechada el 10 de agosto de 1940, habla de la posibilidad de cambiar su residencia de California a Texas, “mientras tanto, no ha habido más remedio que sucumbir al ritual de los ‘parties’ estandarizados de Beverly Hills, Bel Air y Santa Mónica: estandarizados por cuanto lo único que en ellos hace la gente es una cosa que yo detesto: emborracharse como idiotas desde que llegan hasta que amanece […] Hoy, por ejemplo, dentro de unas horas mandará Dolores por mí para ir a casa de Chaplin, y ya me imagino la nochecita”.
La carta continúa como sigue:
“En cuanto a los estudios, pasada la sorpresa de su perfección técnica fabulosa, son también tan laboriosos y monótonos como en cualquier otra parte. El genio en boga es Orson Welles, quien en estos momentos juega con el fuego de las ganas que tienen todos de que fracase, y su obligación de producir la quinta maravilla de los siglos. Es un chico excelente, regordete, de 25 años, a quien Dolores maneja como se le antoja. Por otra parte, Dolores sigue siendo la mujer más astuta, inteligente de H[ollywood], y la que dicta lo que estas estrellas caídas de los cerros se complacen en llamar su vida social”.
Muchos años después su propia vida social, al menos la oficial, estaría marcada también por el vínculo con su vecina Dolores, convertida en gran estrella fílmica nacional además de en promotora cultural y luchadora social por las mujeres del gremio cinematográfico.
La relación y los diferentes momentos de encuentro y cercanía entre Salvador y Dolores se pueden atestiguar en la Casa Rivas Mercados durante lo que resta de este mes, en visitas guiadas programadas los fines de semana.
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