¿Y los monstruos? preguntó Miguelito, con tres años edad, sentado en la butaca del teatro, mientras su padre le ponía la sudadera y le ordenaba: ¡ciérratela! Sin saber cómo obedecer la instrucción, el pequeño buscó a lo lejos quizá una gran cabeza de piel verdosa. ¿Ya va a salir el monstruo? Insistió. Esperemos que sí, dijo su papá, entre complaciente y dudoso, mientras con una cobija cubría al chico, que empezó a toser.
Un actor con pantalón corto, naranja y morado, playera rosa mexicano con manga de lunares blancos en un brazo y rayas negras en el otro, ambas con elementosde color, entró a escena. Miró directamente a Miguelito y a su padre y les regaló una sonrisa, que se extendió a los espectadores. Se escucharon notas de piano.
Al fondo del piso blanco y a cada extremo del escenario, dos breves alteros de ropa colorida y bien doblada. El personaje, recién llegado, al que podríamos llamar Mi yo, interpretado por Adrián Hernández, tomó un par de tenis y una vez puestos, el choque de sus talones produjo un ritmo que subió de intensidad con la música, la luz y el movimiento.
Otro personaje, representado por José Agüero, -al que podríamos llamar, Mi opuesto yo, con el mismo vestuario del primer personaje, pero combinado en gris, negro y blanco, sin notas de color- dio unos pasos vacilantes y se detuvo a observar el juego solitario del primero. ¿Qué haces? pareció preguntarse, extrañado.
El cuerpo de Mi yo parecía tener conciencia propia, voluntad de juego y baile en busca de sonidos que emergieran de un roce, un toque, un movimiento que siguiera o contrapunteara la música.
Mi opuesto yo, lo observó curioso. Se atrevió a seguir los movimientos del otro, a imitarlo. Pronto se involucraron en un juego de espejos, de sombras en persecución, avance y retroceso, hasta que ambos sonrieron, divertidos.
Saltos, giros, revoloteos, miradas. Guantes sin dedos y cuerpos oscilantes, brazos de avión, piernas de araña, engranes que se unían y separaban, configuraron una danza, un vínculo.
Pasamontañas gris con blanco para Mi opuesto yo, y a colores para Mi yo, provenientes del montón de prendas, provocaron dedos crispados, garras,posturas de acecho, de defensa, hasta el roce de dos índices, que guiaban en ascenso y descenso a ambos.
Una falda-overol a rayas, con fondo blanco para Mi yo, y negro para Mi opuesto yo, abrió más el juego, el ímpetu, le agregó nuevas posibilidades al movimiento, hasta que Mi yo obtuvo del altero un mullido chaleco naranja con puntos negros y medio cuello de holanes rosas y naranja en tul, que después vistió en negro Mi opuesto yo, en un juego que ascendió en ritmo, risas, complicidad, gruñidos, suspiros, pausas, silencios y música.
Mi yo, encontró una falda de tul verde que amarró a su feliz cintura, ante el asombro de Mi opuesto yo, que bajo un juicio sin palabras expuesto en risa con rasgos condenatorios, blandió un dedo índice señalador, el mismo que antes había sido aliado.
Enconchado y sobre el suelo, Mi yo se cerró, inmóvil. A los pocos minutos, Mi opuesto yo se hundió en el desconcierto. Sentado en el piso, una pierna flexionada sobre la otra, dedos entrelazados y manos sobre su nuca, quedó también rodeado de silencio.
Un tiempo clave, preciso para que cayeran gotas de conciencia en ambos, impulsó el movimiento del dedo índice de cada uno, que paulatinamente borró la distancia y la falda de tul verde despertó en giros, mientras la de tul negro se transformó en capa voladora.
Un personaje de cuatro brazos se armó con un actor al frente y otro atrás: seres extraterrestres, figuras con ojos de cabello, boca de borla, peluca de tul, y zapatostenis. Tal vez era ése el monstruo que tanto esperó Miguelito, que después de reír retomó su sonrisa. Ésa que mantuvo desde el inicio, sin moverse de su butaca.
Soy yo, de Adrián Hernández y José Agüero, despliega sin palabras un espacio de libertad en el que los opuestos se complementan, los conflictos se atemperan, el cuerpo y el gesto hablan, se condensan en un paso, una mirada, un suspiro, una sonrisa, o un guiño que traspasa fronteras y pone alas.
Teatro al vacío propone un espacio de observación y de escucha, en el que cada espectador es parte de una puesta en escena que se dirige limpia y directa al latido de esa comunidad que se crea nueva, si se acude en apertura, -libre de prejuicios, despojados de las costras dejadas por el viejo teatro de “buenos” y “malos”- y que se une, sin importar su edad, en torno a cada una de sus obras.
Información de la Compañía Teatro al vacío
La Compañía Teatro al Vacío (México-Argentina), dirigida por Adrián Hernández y José Agüero, en el que ambos actúan, es “un colectivo de investigación y creación escénica que ofrece propuestas artísticas significativas alternativas con y para niñes y jóvenes”.
Presentado como parte del Programa Teatro Arcobaleno, un proyecto del Festival Gender Bender en Bologna, Italia, Yo soy, dirigida a niñas y niños de 3 a 6 años de edad, es una colaboración de Teatro al Vacío con Teatro La Baracca - Testoni Ragazzi y fue presentada como parte del Programa Teatro Arcobaleno, un proyecto del Festival Gender Bender en Bologna, Italia.
El montaje plantea mediante acciones, preguntas somo: “Yo soy diferente? ¿Por qué? ¿Cómo puedo saberlo? ¿Acaso todes somos diferentes? ¿Qué tan iguales o diferentes podemos ser? Yo soy es una propuesta escénica acerca de la posibilidad y la libertad de ser siendo”.
En palabras de los integrantes de Teatro al vacío, “estapropuesta escénica, busca a partir del teatro corporal, mediante una dramaturgia de imágenes y acciones, poetizar la experiencia de hacernos visibles en un mundo donde la aceptación es fundamental para construir identidad.”
Desde 2007 Teatro al Vacío, realiza un trabajo especialmente con y para niñes en sus primeros años. Coordina y acompaña procesos creativos y de profesionalización sobre artes escénicas para las infancias. Ofrece talleres para niñes en hospitales, escuelas y festivales; asesora y acompaña procesos de creación con niñes y adolescentes. Su objetivo principal es garantizar los derechos de les niñes al arte y la cultura, así como el respeto a la diversidad y la inclusión.
A lo largo de 17 años, ha generado 18 propuestas escénicas como parte de su repertorio y ha dirigido 7 más, para otras compañías en Argentina, Italia y México.
Ha presentado funciones en escuelas, plazas públicas y espacios alternativos, tanto en México, como en Alemania, Dinamarca, Finlandia, España, Italia, Reino Unido, Irlanda, Polonia, Austria, Turquía, Holanda, Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Chile, Colombia, Ecuador, Sudáfrica, Japón, Corea, China, Canadá y Estados Unidos de América.
Aquí el dato: En la Ciudad de México, Yo soy, ofrecerá función el próximo domingo 1º de diciembre a las 12:30 horas en el Teatro El Granero del Centro Cultural Del Bosque, ubicado en Campo Marte sin número, Polanco, atrás del Auditorio Nacional.
Edad recomendada, de 3 años en adelante.
Duración aproximada, 45 minutos
En Nueva York, por invitación del Lincoln Center, y por segunda ocasión, Teatro al vacío presentará del 5 al 15 de diciembre, de 2024, las obras: Cerca y ¿Estás ahí?
En el 2025, la Compañía, que forma parte de: Vincular, Red Latinoamericana de Creación escénica para los Primeros Años, y de Small Size, red internacional de artes escénicas para la primera infancia, desarrollaráun proyecto de intervenciones escénicas en la Patagonia Argentina y giras por Alemania, Lituania, España y Japón y estrenará la obra Bosque, en colaboración con la compañía Flores Teatro Danza.
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