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Dolores del Río y Salvador Novo a 120 años

“Infinidad de veces he dicho en el escenario las palabras que tú has escrito. Ahora me toca a mí misma escribir mis líneas… Y no te las puedo consultar, porque son la sorpresa y el regalo de cumpleaños que gustosa te hago”


Con estas líneas inicia Dolores del Río el discurso que da el 20 de agosto de 1964 en el Restaurante Ambassadeurs, durante una comida en homenaje a Salvador Novo, con motivo de sus sesenta años de vida (y cincuenta como escritor), delante de un grupo encabezado por figuras notables como Carlos Pellicer, Héctor Azar, Augusto Elías, Ignacio López Tarso, Rafael Jiménez Siles, Emmanuel Carballo, Francisco de la Maza, Emilio Carballido, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco. Todos,  ensalzan alguna de las facetas del escritor: poeta, maestro, cronista, ensayista, periodista, dramaturgo y publicista, pero Dolores, la única mujer del grupo, va más allá. Ella resalta su faceta de traductor, su amistad de veinticuatro años, ser vecinos desde hace veinte y sus colaboraciones en seis piezas teatrales: El abanico de Lady Windermere (1958), Camino a Roma (1959), Espectros (1962), La Vidente (1964), La reina y los rebeldes (1967) y La dama de las camelias (1970).


Salvador Novo López nace el 30 de julio y tres días después, el 03 de agosto nace María de los Dolores Asúnsolo y López Negrete, ambos en 1904. Pese a que Salvador nació en la Ciudad de México, ambos pasan su infancia en el norte del país, Torreón y Durango respectivamente. Es a partir de estos vínculos que la exposición “De Imagen y Palabra: Dolores del Río y Salvador Novo a 120 años de sus natalicios” establece un diálogo entre ambas figuras. La exposición, organizada cronológicamente, abarca sus orígenes, amistad, los momentos más significativos de sus respectivas carreras, sus colaboraciones, la calle de Coyoacán que les convirtió en vecinos y su legado al día de hoy.


La exposición conformada por los Fondos Dolores del Río, Salvador Novo y Roberto Montenegro del Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) Fundación Carlos Slim, así como del acervo de la Cineteca Nacional y colecciones particulares. Las piezas expuestas van desde fotografías, stills, libros, vestidos, correspondencia y cuadros que dejan testimonio, no solo de la vida de ambos artistas, también sintetiza la escena cultural del México del Siglo XX.



El hecho de que la exposición se realice en la Casa Rivas Mercado no es fortuito, Antonieta Rivas Mercado es amiga y colaboradora de Salvador Novo y otros escritores (algunos de ellos homosexuales) que conforman el grupo de “Los Contemporáneos”, además de fundar el “Teatro de Ulises”, donde producen, traducen, actúan y dirigen.




También Antonieta guarda relación con Dolores del Río al formar parte de una serie de mujeres que representan la modernidad y emancipación posrevolucionaria, especialmente en la Ciudad de México. Ambas pese a pertenecer a la clase acomodada y aristócrata del Porfiriato, optaron por sus inclinaciones artísticas, antes que ceñirse a los mandatos de su círculo social, sin importar el escrutinio y relego, convirtiéndose en ejemplo de vocación artística, de forjarse un nombre por derecho propio, encontrando amistad, colaboración y apoyo en figuras disidentes de la escena cultural de aquellos años y sin proponérselo, en aliadas de un grupo que buscaba (al igual que ellas) contar con espacios de expresión artística.


A continuación, una selección de piezas que permiten dar un panorama de lo que encontrarán en la Casa Rivas Mercado, espacio emblemático de la colonia Guerrero en el centro de la Ciudad de México. Son objetos privados que adquieren un carácter público y que permiten definir la personalidad, así como las similitudes geográficas, históricas y de clase de ambos artistas.


Entre revolucionarios te veas

Se encuentra esta muñeca que sobrevivió a la Revolución Mexicana, movimiento que marca a unos niños Novo y Lolita, al presenciar la muerte del tío y la separación de los padres respectivamente y que paradójicamente, pese a pertenecer a la clase que busca derrocar el conflicto armado, terminan convirtiéndose en representantes de la cultura y el arte posrevolucionario. Una fotografía que nos muestra a una niña Lolita que se ve transformada por el trazo de Alfredo Ramos Martínez que en 1916 le realiza su primer retrato y con ello, la posibilidad de encontrar en la pintura una manera de obtener seguridad: “Me recuerdo alta, espigada, muy seria y muy tímida”




Una fotografía de Salvador Novo configurado en San Sebastián y un autorretrato a lápiz para el reportaje “Cómo Dibujan Nuestros Escritores” de 1924 para El Universal Ilustrado, nos permiten conocer la visión que tenía el propio escritor de su imagen en aquellos años y que inevitablemente aluden a la homosexualidad que se vive de manera velada en la Ciudad de México.



Las confrontaciones entre los diferentes grupos artísticos e intelectuales de la época queda representado en la obra de Diego Rivera, caracterizada por la recuperación del pasado prehispánico y la construcción de la masculinidad a través de la clase obrera y campesina y Salvador Novo como la vanguardia y la clase privilegiada (pero disidente) a través de reproducciones tanto del retrato que Rivera hace de Novo en 1925 y la sección del mural de la Secretaría de Educación Pública titulado “El que quiera comer que trabaje” (1928) en donde se observa a Novo pisoteado y Antonieta recibiendo una escoba mientras que el piso se observa una revista de “Los Contemporáneos” espacio donde escriben ambos y una pequeña nota donde se alcanza a leer “Los Contemporáneos de Ulises Rey de Gomorra y Sodoma, también lo fueron del caballo de Troya (Jean Joyce)”




Pasar del vestido de puntos, con clara inspiración sevillana, que le proporciona el ingreso al cine norteamericano en la famosa fiesta organizada por el pintor y amigo de la actriz, Adolfo Best Maugard y en la que se encuentra el director Edwin Carewe. A la imagen de finales de los años treinta, donde Dolores incorpora listones, encajes, joyería, flores y trenzas, que se volverán habituales en el guardarropa de la actriz, dentro y fuera de la pantalla y que se asocian con la vestimenta mexicana.




Esta fotografía particularmente guarda similitud con el retrato realizado por la artista multidisciplinaria y amiga de la actriz, Rosa Rolanda, quien además funge como su maestra de pintura.


La amistad en la ciudad de Los Ángeles

Una pequeña foto es testimonio de la amistad que se establece entre Dolores del Río y Salvador Novo, por el paso de este último en Hollywood. Dolores, es la historia de un rostro que domina la pantalla desde 1925 hasta 1978. Transitando entre épocas, géneros y cinematografías, donde es sujeta a la creación de estereotipos por parte de Hollywood y posteriormente, a su llegada a México convertirse en el ideal de belleza.


La fascinación de Novo por el cine, viene primero como espectador, luego en su adolescencia abraza la posibilidad de convertirse en actor, como lo señala en sus memorias La estatua de sal:


¨Me hallaba hermoso; me sonreía, me contemplaba, y empecé a depilar mis cejas. Presentía, esperaba, que alguien descubriera, arrobado, mis aptitudes para trabajar en el cine; y muchas veces, en camino a la escuela, estuve a punto de entrar a proponerme en los que suponía estudios de German Camus, por la calle de Mina¨


La entrada al mundo del cine no llega como actor (las actuaciones solo se limitaron a sus apariciones en el Teatro de Ulises) sino como guionista, productor y director artístico en películas como Perjura (1938), El Capitán Aventurero (1938) y El signo de la muerte (1939).


En 1940, Novo parte a Hollywood con la posibilidad de hacerse una carrera, pero no lo consigue, no se encuentra conforme con la comida, el entretenimiento y los círculos artísticos y sociales del cine norteamericano, queda manifestado en una de las varias cartas que envía a su madre, Amelia López Espino, el sábado 10 de agosto de 1940:


“Es un ambiente absurdo y falso, en que las gentes pierden la noción de sí mismos. Por ejemplo, la mamá de Dolores es, naturalmente, una vieja; acaba de morirse su marido; y esta como si nada, vestida con pantalones, toda pintada y con el cigarro que no se le cae del hocico, mientras Dolores inventa peinados estrafalarios y no hace otra cosa que admirarse en todos los espejos. Y Dolores, que no está divorciada de Cedric Gibbons, está metida con Orson Welles, que es un muchacho diez años menor que ella, y se papachan delante de la mamá y de las visitas de un modo asqueroso”


Novo, aquel que en sus memorias tempranas se jacta de introducirse la enorme verga del productor Agustín J. Fink, se escandalizaba ante la liberada Dolores que mantenía una relación extramatrimonial, por cierto, Fink se convertiría en productor de dos de las películas más significativas en la etapa mexicana de la actriz: Flor Silvestre (1943) y María Candelaria (1943), ambas bajo la dirección de Emilio Fernández.


No todo fue señalamiento por parte de Novo hacia Dolores en su paso por Hollywood. Es ella quien se aproxima y le proporciona compañía y amistad al escritor y es gracias a la cercanía con ella que el escritor conoce a Orson Welles, quienes compaginan e incluso planean llevar al cine la Conquista de México, algo que no sucede ya que la relación entre Dolores y Welles finaliza y por la costumbre del realizador del Ciudadano Kane de no concluir los proyectos.


Dolores retomaría más adelante la imagen de la Malinche en un discurso dado el 20 de noviembre de 1967 en la OEA con motivo de sus 40 años de trayectoria artística:


“Cuatro siglos más tarde, otro poderoso extranjero rubio sedujo en México a una nueva Malintzin, cuando el cine norteamericano me raptó. Aprendí la lengua del conquistador y tuvimos muchos hijos espirituales, muchas películas (…) pero la nueva Malintzin no olvidó su lengua, ni su patria. Volvió a ella. Y en México reanudó el ejercicio de su íntima vocación”


En México, Dolores se enfrenta al hecho de abordar historias de temática revolucionaria que al igual que Novo rehuía, sin embargo, sus películas más recordadas por el público abordan de alguna manera el proceso revolucionario ya sea las consecuencias del conflicto armado (Flor Silvestre, 1943), la construcción de una identidad nacional (María Candelaria, 1943) y la Ciudad de México en proceso de modernización (Las abandonadas, 1944).


¿Qué se siente ser calle?

Luego de la infructuosa aventura de Novo en Hollywood y el retorno definitivo de Dolores a México, ambos se establecen prácticamente al mismo tiempo en Coyoacán como lugar de residencia, consiguiendo con ello afianzar aún más sus vínculos afectivos, así lo recuerda Dolores en aquel discurso de 1964:


“Somos amigos, y vecinos, desde hace muchos años. En la mía, eres como de casa; y cuando yo visito la tuya, me siento en la mía. Respiramos los dos el mismo aire limpio de nuestros jardines contiguos, en este Coyoacán que tú has encerrado como una joya en un libro precioso de los muchos que has escrito”


Novo consolida su estatus de Cronista de la Ciudad de México al conferirle dicho título de manera oficial, en 1965. Siguiendo la tradición de quienes ocuparon su cargo antes (Luis González Obregón y Artemio del Valle Arizpe) el 14 de marzo de 1968 en presencia de su madre y las actrices Dolores del Río y María Félix, la calle de Santa Rosalía pasa a convertirse en calle Salvador Novo. La calle en la que ha vivido durante 27 años pasa a ser su calle. Novo no solo hace la calle, ahora es calle.


Damas del teatro

Lo que el cine les negó, se los da el teatro, lugar donde la actriz inició su carrera artística sin saberlo, interpretando operetas para la beneficencia y donde Novo desarrolla su faceta de actor y traductor. El teatro es el único sitio en donde imagen y palabra mantienen el mismo peso y donde Dolores del Río y Salvador Novo como figuras consumadas son iguales. A partir de la puesta en escena de El abanico de Lady Windermere (1958), Salvador Novo se convierte en traductor de cabecera de Dolores del Río.


Olimpiadas y Cervantes

Dos invitaciones y una hoja con sugerencias nos permiten conocer otras colaboraciones entre Dolores del Río y Salvador Novo más allá del teatro.


Dolores del Río se convierte en embajadora cultural de las Olimpiadas de México 1968 y convoca a los artistas más representativos del país a participar en el cortometraje “México, Ciudad de los setentas” donde Dolores funge como narradora y guía por la Ciudad de México y donde Novo hace una aparición en aquella comilona que tiene lugar en La Escondida, hogar de Dolores, que demuestra el poder de convocatoria de la actriz. Prácticamente gran parte de la historia y cultura del México contemporáneo se da cita en el patio de su casa.



Novo no solo “actúa” en el cortometraje. Si bien no aparece acreditado como guionista, hay evidencia de sus contribuciones en el guion al “sugerir” modificaciones en los diálogos que Dolores pronuncia, en especial, en esa invitación a “sentir, tocar, gustar, a vivir la belleza de mi Ciudad”. El escritor no es ajeno a rendir tributo a la capital del país, espacio donde ha desarrollado gran parte de su obra, ya lo había hecho antes en su emblemática “Nueva Grandeza Mexicana” (1946) texto imprescindible para aquellos que quieran conocer la diversidad de una Ciudad de México cada vez más desaparecida.


Las contribuciones de Novo para las Olimpiadas no se limitan al cortometraje, también realiza el libreto del espectáculo de luz y sonido “Teotihuacán, Ciudad de los Dioses” y la propuesta del Himno Olímpico.


Otra colaboración se ubica en el Festival Internacional Cervantino, donde Dolores engalana la primera edición en su papel de Presidenta del Patronato y donde Novo presenta su ópera sin música “El Espejo Encantado”, con ello, no hacen más que cimentar su importancia dentro de la creación de nuevos espacios culturales en México. Dolores y Salvador pasan a convertirse en figuras tutelares.


Volver al origen

Dolores le sobrevive a Novo quien fallece el 13 de enero de 1974, asiste al funeral y no se registran declaraciones por su parte, también asiste María Félix que hace guardia de honor frente al féretro y quien se limita a declarar “Era mi amigo y aquí estoy para despedirlo”.


Dolores continúa con sus actividades que ahora tienen su vertiente en las causas a favor de su gremio como la Estancia Infantil, próxima a iniciar funciones y por la cual la actriz obtiene del entonces Presidente Luis Echeverría la suma de doscientos mil pesos. Casi una década después de la desaparición de Salvador Novo, Dolores del Río muere el 11 de abril de abril de 1983.


El legado

Conscientes de su relevancia, deciden ser los narradores de sus propias historias, en programas que se emiten para la televisión, una versión oficial como lo es generalmente la historia. Dolores en 1970 y Novo en 1973, ambos recorren los sitios que les resultan significativos, abren las puertas de su casa y a través de objetos personales y fotografías van reconstruyendo pasajes de su vida, para que el público pueda conocerles, algo que 120 años después se vuelve a repetir, solo que en esta ocasión, con la distancia que proporciona el tiempo, que permite dimensionar la importancia de las mujeres y las disidencias sexogenéricas en la historia de México.


Las chacharitas, la importancia de la curiosidad y el trabajo colectivo

El proceso de investigación para la exposición se vio nutrida por los conocimientos de otras personas, lo que demuestra la importancia del trabajo colectivo, como las aportaciones de Jorge Arturo Mancera Medel (Archivo y Sexualidad Mexicana) respecto a las contribuciones de Novo dentro de la historia homosexual de México y de Roberto Carlos Ortiz quien además de proporcionar el dato sobre la colaboración de Dolores y Novo durante las Olimpiadas, también logro despejar uno de los misterios que encierra la fotografía que fue empleada como imagen oficial de la exposición.


Durante bastante tiempo se tuvo la creencia de que la fotografía donde Dolores del Río aparece acompañada de Salvador Novo y Carlos Chávez corresponde a los festejos con motivo de su cumpleaños celebrado en La Escondida.


En realidad, la fotografía corresponde a la celebración de su santo (viernes de dolores de 1943) mismo día que coincidía con la ceremonia de conscriptos y donde Dolores y Salvador asistieron a celebrar con los reclutas, la cobertura de la noticia quedó documentada en la “México Cinema” de mayo de 1943. En aquel entonces, era bien conocido el gusto de Novo por los soldados, taxistas, choferes y ferrocarrileros quienes le dedicaban fotografías con el apodo de Adela.


Las aportaciones, siguieron sumándose al día de hoy, como la del escritor José Joaquín Blanco respecto al significado del único cuadro conocido de Dolores, una pintura de una pequeña silla de madera, mientras que yo consideraba una versión romántica que se conecta con la infancia de la actriz en Durango, Blanco compartió una teoría mucho más académica y por ende plausible.


“Me contaba Lola Álvarez Bravo que, cuando se divorció de Manuel y necesitaba chamba, le ofrecieron una de maestra de artes plásticas. Pero había un problema: el examen para que le dieran trabajo, y que se trataba de dibujar o pintar una silla, aunque ella fuera a dar clase de fotografía y de apreciación estética. Que eso era lo más difícil, supongo que por la geometría y demás. Se empezaba a aprender a dibujar o pintar trazando sillas. Me dijo que Agustín Lazo le enseño a dibujar sillas. A lo mejor Dolores también quiso aprender a dibujar o pintar, y empezó con una silla”.


De Imagen y Palabra: Dolores del Río y Salvador Novo a 120 años de sus natalicios, podrá visitarse hasta el 30 de marzo en la Casa Rivas Mercado (Calle Héroes #45 entre Violeta y Mina, Colonia Guerrero, CDMX).


Las fotografías que acompañan el presente texto, fueron tomadas por diferentes asistentes a los recorridos guiados los días 18 de enero, 08 de febrero y 16 de marzo de 2025.


 
 
 

1 Comment


Me encantó el artículo y como se es retratada la vida y arte de estos dos grandes artistas

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